Segundo punto de la historia de Newton que se trata de esclarecer.— Vamos con él. Se refiere a una enfermedad mental que padeció Newton hacia el año 1693. Los biógrafos, como ocurre siempre entre los hombres, trátese de éstas o de otras cuestiones, dividiéronse inmediatamente—ya en vida del sabio—en dos campos: los que como David Brewster (el ilustre físico escocés a quien se deben importantes trabajos sobre la polarización de la luz) elevaron la polémica a la altura de cuestión nacional y era atentar a la gloria del inmortal filósofo el afirmar que la enfermedad había alterado de tal modo sus facultades que no volvió a descubrir nada pasados los cuarenta y cinco años de edad; exagerando todavía la nota, Colin, Locke y Huyghens, por referencia de aquél, consideráronle sin juicio, con pérdida absoluta de memoria.
Por mí parte creo que quien mejor enjuicia la cuestión debatida es la Enciclopedia Italiana, la que dice, en su artículo dedicado a Newton, que el fallecimiento de la madre prodújole intensa neurastenia (sobre todo en persona como Newton que no tenía otros parientes tan allegados) que biógrafos peyorativos han convertido en locura. A esto añadimos, que la neurastenia fue agravada por el incendio del despacho de Newton en ocasión en que aquel había salido de casa para ir a sus devociones a la iglesia. Aquí surge otra leyenda que atribuye al perro Diamond el origen del daño. Pero el mismo Newton la deshace al afirmar que ignora la causa del accidente. La intervención del perro no deja de ser una interpretación verosímil, pero nada más.
Compréndese que el incendio de papeles tan interesantes, conteniendo el trabajo de veinte años, sobre Óptica especialmente, produjeran una depresión tan grande de ánimo. Muchos de nosotros experimentamos sensaciones análogas, al ver unas veces destruidos, otras saqueados, en la pasada contienda civil, recuerdos de familia, libros y mil objetos de valor intrínseco muchas veces nulo. Los especialistas actuales en enfermedades mentales califican la enfermedad de Newton como una depresión exógena.
El que Newton no hiciera después de los cuarenta y cinco años descubrimientos importantes, nos lo explica Cajal al afirmar que los grandes hallazgos en el campo científico son obra de la primera parte de la vida, y Newton puede ser, aunque no lo es, un ejemplo de ello. Precisamente a Newton que había acumulado en su Philosophiae Naturalis Principia Mathematica más descubrimientos que cualquier otro sabio en obra alguna, no podía humanamente pedírsele que continuara en la misma forma en sus postreros año.
El caso es que, Newton, después de su enfermedad reconstruyó y publicó su tratado de Óptica, que las llamas habían destruido, sostuvo correspondencia con Flamsteed, director del Observatorio de Greenwich, sobre el movimiento de la luna y otros temas de mecánica celeste que él. con sus investigaciones, había fundado. La enfermedad tuvo lugar de 1692 a 1694; pero ya en 29 de enero, de 1697, resolvió el problema de la Tiracbystocbrona en una sola noche (por eso recalcamos la precisa fecha de 29 de enero), rapidez que sorprendió a los que de ello tuvieron noticia, puesto que Juan Bernoulli que lo había propuesto, señaló seis meses para que los sabios de Europa le tomaran el pulso. La solución llegó al proponente de modo anónimo; pero conoció al autor inglés diciendo: tamquam ex ungue leonem—por la zarpa se conoce al león.
El problema fue planteado antes por Galilea, sin resolverlo, y debe decirse en obsequio a la verdad que en el plazo de seis meses señalado por Bernouilli, recibió este cuatro soluciones exactas: la de Newton, ya hemos visto con que presteza, y las de Leibniz, Santiago Bernoulli, su hermano, y el Marqués de L´Hospital. Los cuatro matemáticos, los más sobresalientes y representativos de su país, demostraron que la curva pedida era una cicloide. He aquí el problema; Determinar la Bracbystocbrona o curva a lo largo de la cual se mueve un cuerpo de un punto A a otro B, bajo la acción de una fuerza aceleratriz, en el menor tiempo posible. Hay naturalmente, otras bracbystochronas para otra clase de fuerzas, atractivas o repulsivas, y el problema adquiere caracteres más amplios. Pero, cuando la fuerza aceleratriz es la de la gravedad, estamos en el problema planteado por Bernouilli.
En 1699 fue nombrado Newton, por influencia de Lord Halifax, su antiguo colega en Cambridge—hay que confesar que la influencia tiene, a veces, sus aciertos— Director de la Moneda; en 1703, la Royal Society le designó su Presidente; y, por fin, la reina Ana en su viaje al solar de la Universidad Cantabricense, le ennobleció dándole el titulo de Sir.
Como cualquiera puede observar, no iban a hacerse estas distinciones con persona que hubiera perdido el juicio.
Continuará...
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