martes, 17 de marzo de 2020

DIARIO DE UN ABOGADO EN AISLAMIENTO: DIA 3

Al tercer día de la vigencia del Estado de Alarma, me he decidido a escribir sobre cómo estoy llevando la prohibición de salir de casa, salvo los supuestos autorizados por el artículo 7 del Real Decreto por el que se aprueba el Estado de Alarma. La intención de este diario es, en la medida de lo posible, entretener mi cabeza, para que sea más llevadera la situación, y también poder hacer llevadero a otras personas con las anécdotas que me van surgiendo, dando, en la medida de mis capacidades o limitaciones, un toque de humor. Reconozco que mis dotes humorísticas distan mucho del gran Leo Harlem, entre otros, pero vamos a hacer lo que buenamente pueda.

DIA 1 DEL DIARIO

Las ventajas de ser abogado y vivir donde tienes el despacho principal, es que no tienes que desplazar a tu trabajo, con lo que es fácil hacer teletrabajo. ¡No sé qué haríamos si no tuviéramos ordenadores ni Internet para hacer nuestro trabajo en épocas como ésta! Aunque lo malo, huelga decirlo, es que pierdes un pretexto para salir a la calle. 

Pues el día empieza sonando el despertador a las 8:00. Desayunas y haces más o menos lo mismo que si tuvieras un día laboral normal. La diferencia es que necesito hacer ejercicio físico. Con el Estado de Alarma ya no puedo salir a correr ni a hacer mis rutas de 10 kms. Y, desde luego, sacar a Uli a pasear no es suficiente. Entonces, ¿qué se puede hacer? Pues ejercicio en casa. Menos mal que tengo un buen pasillo para correr por él. No es que sea muy largo pero lo suficiente. Aunque antes de ponerme a trotar por casa, hice estiramientos, planchas y abdominales. Actividad que, desde luego, entraña su dificultad teniendo un perro por casa. Que Uli es muy bueno, no suele ladrar salvo que le provoque y otras situaciones excepcionales, y todo lo que quieras, pero tumbarse en el suelo para hacer unas abdominales y él esté quieto es una tarea imposible. Así que imagínense que cada vez que levanto el torso (obviemos los michelines que aún tengo) de mi cuerpo viene el animal y se me pone encima. Y así en todas las actividades que implica estar en el suelo. Si volvieran a hacer un concurso como el de Humor Amarillo podrían poner como prueba hacer ejercicio físico teniendo a un perro excesivamente cariñoso dando por saco. Si son perros con malas pulgas, dejémoslo para una película de Quentin Tarantino, que le va más la sangre.

Después de hacer abdominales y planchas en el suelo, llegó el momento de trotar. Uli, iluso el pobre, pensaba que íbamos a salir a pasear, pero no. Pronto se vio en la cruda realidad de que tenía que esperar. Se puso en la cocina, tumbado, con ojos tristes, viéndome pasar una y otra vez, corriendo por el pasillo. Me pregunté, ¿qué narices estaría pensando Uli al verme correr por casa de esa manera? Supongo que pensó, tengo un amo que está zumbado y que se pone a correr por casa. 

Una vez acabada la actividad físicodoméstica, la ducha y para la calle. Sobra decir que previamente me puse ropa para salir a la calle. Esto lo digo porque conozco alguna mente calenturienta como la que tiene mi amiga Eva y suelte algo como si he salido a lo estilo Borat o alguna gracieta por el estilo. Así, y volviendo al devenir de mi día, saqué al perro. Al fin le llegó su turno. Y se nota que tenía ganas de salir porque no tardó ni dos minutos en plantar un pino por el Paseo del Sol. Es lo que tiene no haberlo hecho ayer por la noche, cuando lo saqué por última vez y mira que el jodío estuvo casi cincuenta minutos paseando.



Como ciudadano responsable, pues aproveché el paseo canino para pasar por la Plaza del Árbol y allí comprar alguna cosa que necesitaba, entre otras cosas el azúcar. Pero, por lo que estoy viendo es un bien muy cotizado, ya que, como el papel higiénico, la gente compra kilos y kilos de azúcar como si no hubiera un mañana. No sé qué les puede pasar por la cabeza para comprar tantas cosas sin sentido. Como un señor al que vi con su carro de la compra repleto con no sé cuántos paquetes de harina en él. Mucho se aburren en casa que necesitan estar entretenidos en casa cocinando pero para un regimiento. Y como, entre lo que quería, era un puñetero kilo de azúcar tuve que ir a buscarlo debajo de casa. Muchas veces la solución a las cosas está debajo. 

Y vuelta a la casa/despacho, me puse a trabajar, y no he parado hasta que me he puesto a escribir estas líneas. Mañana más. Por cierto, espero no acabar como el argentino en Toronto.


1 comentario:

Su amiga Eva dijo...

Yo hubiera dicho algo muchísimo peor. Y lo sabes.

Me tiene loca la avaricia de la gente, comprando sin cabeza y sin conciencia social en la situación actual.

Dios te siga cuidando.