"El Consejo General del Poder Judicial estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y por veinte miembros nombrados por el Rey por un período de cinco años. De éstos, doce entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los términos que establezca la Ley Orgánica; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados y cuatro a propuesta del Senado, elegidos en ambos casos por mayoría de tres quintos de sus miembros, entre abogados y otros juristas, todos ellos de reconocida competencia y con más de quince años de ejercicio en su profesión."
No voy a entrar a interpretar lo que el constituyente quiso decir cuando redactó el precitado apartado. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Lo que voy sí voy a hacer es mostrar mi disconformidad por el actual sistema de designación. Creo sinceramente que se hace un flaco favor a la Justicia y a los propios ciudadanos con un sistema de elección excesivamente politizado, en el que cuentan más las simpatías o afinidades políticas que la propia valía profesional de cada candidato. A veces no es de extrañar que acaben desembarcando de lleno en la política, véase los casos de Juan Alberto Belloch Julbe, María Teresa Fernández de la Vega Sanz, Cristina Alberdi Alonso o Margarita Mariscal de Gante y Mirón. Entonces, ¿Por qué extrañarnos que ahora incluyan a Fernando de Rosa, un ex consejero valenciano, o a una ex diputada del PNV, Margarita Uría? Con este modus operandi para la elección de vocales, resulta difícil encuadrarles en la categoría de juristas de reconocida competencia. Por eso creo que, para la buena salud de nuestras instituciones, es imprescindible operar una reforma de dicho sistema. Por ejemplo, elegir un solo vocal cada cinco años por una mayoría de 3/5 del Congreso y Senado, evitándose los repartos de cuotas por partidos y forzando la elección de un profesional no señalado políticamente.
En cuanto al editorial de El País, he de decir que me sorprende negativamente cómo fundamenta su objeción al Magistrado Carlos Dívar, sobre todo cuando sostiene que “no pasa por ser un jurista de reconocida competencia y no se le conoce afinidad alguna con las opciones de política judicial del partido gobernante; aunque tampoco se le conoce afinidad de signo contrario” y “se le reconocen virtudes que adornan al buen juez: prudencia, discreción y distanciamiento de opciones políticas concretas. Y como presidente de
Sólo le faltó afirmar que Dívar era abiertamente partidario de quemar herejes por la gloria de Dios. Si no fuera porque es un editorial de un diario con una tirada tan importante, era para tomarlo a broma. Esa afirmación demuestra una ignorancia absoluta de los conceptos básicos del catolicismo. ¿Cómo se puede confundir el concepto que tenemos los católicos de justicia divina, referente a la que va a haber después de esta vida, con la justicia en este mundo?¿No se han mirado un pasaje evangélico, entre otros muchos, en el que Jesús dice que “a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”? ¿O cuando dice que “mi Reino no es de este mundo”? Por eso lo que afirmó el señor Dívas no es nada anormal en una persona creyente y, desde luego, es totalmente falso que tenga ningún concepto teocrático del Estado.
3 comentarios:
Desgraciadamente los que nos molestamos en informarnos un poco no creemos en absoluto en el sistema judicial español, son muchas las barbaridades que hemos tenido que contemplar, lo penoso es que la culpa no es solo del PSOE.
Saludos
Al igual que tu, considero que quizas el sistema de eleccion de determinados organismos del Poder Judicial, esta demasiado politizado, sin embargo creo que la nueva desinación de Carlos Dívar es uno de los poquisimos nombramientos que me parecen rescatables de las dos legislaturas zapateriles.
Un saludo
Jaime Arenas
Filomeno, y con esa información ¿qué me quieres decir? ¿Sabes cual es el fondo de la cuestión de este artículo?
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