Hoy los españoles nos hemos levantado con un hecho histórico, con la abdicación de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I, lo que va a suponer el acceso de su hijo Felipe a la Corona con el nombre de Felipe VI. Por cierto, el segundo Felipe de la dinastía de los Borbones que reinará después del que instauró la Casa real de orígen francés en España. Después de casi 39 años después, tendremos un nuevo Rey. Lo que dure Felipe VI, Dios dirá. Y con el acceso al trono del actual Príncipe de Asturias, Leonor se convertirá, s.e.u.o., en la decimocuarta Princesa de Asturias (o decimotercera, si no se cuenta con Leonor de Castilla, 1424-1425, que sólo fue jurada por cinco grandes del Reino y dos Obispos) o la cuadragésima (o trigésimonovena), si contamos con los varones.
Con la abdicación ponemos fin al reinado de quien capitaneó la transición democrática. Por eso, debemos todos los que somos demócratas de verdad agradecérselo, aunque, lamentablemente, su imagen ha sido dañada por causa de cuñado e hija que presúntamente han hecho lo que no debían hacer y de otros errores de mayor y menor gravedad. Creo que su abdicación, que ya tardaba en mi opinión, ha sido un gesto de responsabilidad hacia una institución que debería quedar alejada de cuitas políticas, ya que la Consitución ha configurado a la Corona, a través de su cabeza visible, el Rey, el Jefe del Estado, como "símbolo de su unidad y permanencia" que "arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones", y "asume
la más alta representación del Estado español en las relaciones
internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad
histórica". Recordemos que la Corona ha dado la estabilidad
necesaria a nuestra aún joven democracia, facilitando que las
alternancias en el poder no fueran traumáticas. Sobre todo recordemos la
llegada al poder del PSOE de Felipe González en 1982, ante el temor que
había de que los resultados electorales no pudieran aceptarse por parte
de los militares. El Rey tuvo un papel primordial a la hora de aceptar
de buen grado la alternancia en la Moncloa. Alguno podría mencionarme
que constitucionalmente el Rey no tiene poder alguno, que sólo se
limitaba a cumplir lo mandado por nuestra Constitución, pero se olvidan
que, primero, renunció a los poderes que tenía como Jefe de Estado al
impulsar junto con el recientemente desaparecido, Adolfo Suárez, una
Constitución que, a diferencia de otras Monarquías parlamentarias
europeas, le privaba por completo de funciones ejecutivas. Segundo, no
es la primera vez en nuestra Historia que la Constitución vigente queda
en papel mojado.
Con la decisión del Rey de abdicar volvemos al discurso maniqueo de contraponer Monarquía con República. Como si por el hecho de que por ser República debe ser sinónimo de democrático y la Monarquía por el hecho de serlo antidemocrática. Llegar a esta conclusión, sinceramente, es faltar a la verdad. No creo que sea de recibo insinuar que los británicos, belgas, holandeses, daneses, suecos o noruegos sean menos democráticos que los alemanes, franceses, austriacos, italianos y griegos, eso sin entrar a compararlo con, por ejemplo, la República Popular China o cualquier otra Dictadura republicana. Por otro lado, ha de recordarse que el Parlamentarismo no nació en una República sino en una Monarquía. Se podría mencionar como primer antecedente historico las Cortes de León de 1188. Para ver el segundo antecedente, hemos de viajar a tierras inglesas, en el reinado de Juan sin Tierra, creando un Parlamento, cuna del vigente, en aquella época en la que se aprobó la Carta Magna. Estas Cortes o Parlamentos servían para controlar el poder regio. De hecho, el Rey si precisaba financiarse para cualquier guerra, necesitaba de la aprobación del Parlamento. En España, podemos destacar como ejemplo de ese contrapoder está el ejemplo de las Cortes aragonesas, que le negaron a los Reyes como Carlos I y Felipe II cualquier subida de impuestos. Lo que les obligaba a los monarcas a tener que recurrir a los castellanos, siempre ellos muy dóciles a los designios regios.
Por otro lado, con respecto al reférendum que se pide. En un principio, no me parece mal. No obstante recordar que los españoles votaron favorablemente a una Constitución que instauraba una Monarquía parlamentaria en 1978. Lo que no podemos, por responsabilidad y sentido común, es cada poco tiempo reabriendo debates de manera innecesaria. Por ejemplo, si ahora se convocase un referéndum, y saliese favorable a la Corona. ¿Cuánto tiempo tardaríamos en reabrir el mismo debate? Si sale no, ¿habrá posibilidad de volver a consultar a los españoles si quieren volver a la Monarquía parlamentaria? Si no es así, ¿por qué? Todo ello sin contar con que estar cada poco tiempo con referendos sobre monarquía y república es un claro atentado a la estabilidad que necesita cualquier país para desarrollarse. De todas maneras, si se quieren hacer bien las cosas lo que se ha de hacer, no es contraponer Monarquía con República sino plantear una alternativa. Es decir qué clase de República queremos para España, República parlamentaria, República presidencialista, República a la francesa...
En mi opinión, y esto es un mensaje a nuestros políticos, nuevos y viejos, debemos evitar tener la tentación de tirarse sin paracaídas, cuestionando lo que tenemos sin articular una alternativa seria. Se destruye lo que tenemos pero no tenemos nada con qué sustituirlo. Es como barrenar los cimientos de un edificio y no tener siquiera el plano del nuevo edificio. Pero el problema, en este caso, que entre el amplio sector republicano que hay, no se pondrían de acuerdo en la alternativa concreta a sustituir a lo que tenemos. Unos querrán un sistema a la americana, otros una de corte parlamentario, por no mencionar los que apuestan por instaurar una dictadura republicana. Ahora sólo les interesa hacer número, mañana ya se verá.
En fin, ojalá algún día primase el sentido común.
Twitter: @josecarrerob